Histeria emocional
Donde, entre la cordura y la locura, no hay separación.
miércoles, 11 de enero de 2012
martes, 13 de diciembre de 2011
Soledad
lunes, 21 de noviembre de 2011
¿Cómo...?
Ahora mismo, como ya habrás podido decidir mi estado consciente es casi inexistente. Mi estilo al escribir está en esencia, pero mis palabras no son las mismas, parezco otra, o al menos me da la sensación de ser otra, y el tema de mi entrada no es ni más ni menos aquello que me hipnotiza hasta tal punto que reduce mis 6 sentidos a tan sólo uno.
Por mis oídos entra algo para lo que mi vocabulario escaso no tiene sustantivo con que definir. Tú podrías decir que es un sonido, puesto que estoy hablando de mis oídos, sin embargo, ¿cómo puedes afirmar que es sólo eso? ¿¡De verdad!? Es simplemente imposible....
Hablo de un piano; de un pianista al que se le escapa el alma por las yemas de los dedos. Es como si te regalara todo lo que es porque sí, sin más.
Hablo de una voz rajada encadenada con un verso traído de un bosque maldito y tallado por el mejor de los ebanistas al que de vez en cuando acompaña la sutil compañía de la mejor seda.
Hablo de una canción. Hablo de mi estado tembloroso, tiemblo ante la idea de que de algo que todo el mundo ve vulgar, ordinario, grosero un ente de este planeta haya sido capaz de hacer aflorar una obra de arte. Porque aún me maravillo de la existencia de esas mentes brillantes...
Hablo, por supuesto, de Una canción para la Magdalena, de Joaquín Sabina.
viernes, 18 de noviembre de 2011
Recursos limitados.
Hablemos de dinero, aunque este no sea el tema de mi entrada, pero hablemos de dinero, como hace tanta gente cada día.
Una chica con un gorro naranja llega a una pequeña tiendecita escondida en una callejuela del centro de Barcelona. No sabe bien qué va buscando, sin embargo sabe bien cuál es su límite. Arrastra la puerta blanca con cristales transparentes, junto al escaparate, y una campanilla suena sobre su cabeza. Dentro todo es más cálido que en la calle, el aire cesa de forcejear con sus cabellos.
Una mirada de mujer envejecida se posa bruscamente sobre ella, pero no de una manera inquisitiva, sino más bien invitándola a pasar más adentro.
Ella saluda de una forma cordial y tras ser correspondida y negar la ayuda que se le ofrece comienza su deambulación por el local, soberbiamente adornado.
Casi sin darse cuenta sus pies la arrastran hacia una esquina constituida por tres paredes, forrada con unos adornos florales en tonos pasteles; y justo ahí encuentra lo que su nostalgia estaba buscando, un peine antiguo de plata, como el que usaba su madre para peinarla de pequeña. Es entonces cuando mira el precio y se da cuenta de que sus recursos son limitados. No puede permitírselo.
La vida es como un monedero, sólo que no sabes cuanto dinero llevas encima. Hay veces que estás en números rojos de forma extrema, sin ni siquiera advertirlo.
¿De que hablo? Hablo de una vida limitada; hablo de que naces para morir; hablo de que tu tiempo se agota; de que un cumpleaños más es, en realidad, un cumpleaños menos; de que la vida es vida pero también es un recurso limitado: es tiempo limitado.
Por eso, cuando te relacionas con el mundo esa relación tiene que ser quid pro quo. ¿Quiero decir con esto que si invitas a un amigo a cenar vas a esperar celosamente a que él lo haga sin olvidarlo por un momento? ¡EN ABSOLUTO! !Quiero decir que:
sábado, 12 de noviembre de 2011
Trip
Me abrasa el calor de las estrellas mientras me fusiono con gases pesados y líquidos condensados de un gigante gaseoso.Energías cósmicas y metafísicas forman mi consciencia en armonía con el universo.Vivo en dimensiones como el tiempo y el espacio.Existo sin existir , estoy en continua transformación. No tengo principio ni fin , mientras no soy nada , lo soy todo.
AunAnonimo
jueves, 3 de noviembre de 2011
Cuando amas
Lucháis, y sí, no me incluyo, desesperádamente por ser hipócritas, tal y como la sociedad os inyecta; y de tal manera decís amar tanto y a la vez despreciar que dais la impresión de ser simples objetos de escaparate, esperando, con la baba caída, que la ley de oferta y demanda os favorezca.
Esto no es una crítica ni muchísimo menos, esto es un epitafio, un último adiós a todo eso que pudo ser y no fue. Hablo de sentimientos, pero más concretamente del amor.
Ahora mismo, querido lector, tendrás una idea totalmente equivocada del tema de mi réquiem que no es el amor tal y como lo conoces, sino tal y como lo conozco.
"Iba paseando por la calle a oscuras, en una zona levísimamente transitada cuando de repente, casi sin poder imaginarlo, surgió un momento que llenó de amor mi corazón. Una buganvilla de tonos anaranjados había dejado que una de sus ramas verdes, mecida por el viento y la lluvia de media noche, surcara la piel que habita desde mi barbilla a mi nuca."
Amor por la lluvia, por la buganvilla, por el tacto, por la noche y por el día, por los chasquidos y todo el amalgama de sonoridad, por los olores, por las pisadas que encaminan tu vida hacia la incertidumbre vacía y absoluta. Amor por seres inimaginables, o sí, por nubes, por vientos, por mareas o por simples piedras de mar.
Ya nadie sabe lo que es amor, porque el amor murió en el momento en que cada cual vendió su alma. A los que no lo hicieron se les suele llamar locos.
¿Quién eres tú para llamarme loca, si pasas tu vida sin siquiera pararte a observarla?
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Cuenta atrás
Me encuentro sumergido en el mas grande de los océanos, ahogándome lentamente. Incapaz de llegar a la superficie, noto como la asfixia me envuelve. Noto como se apodera de mi y me impide pensar con claridad. Pero no termina, no soy capaz de ahogarme. Ansío poder ahogarme de una vez, para que todo esto pare.
Miro mis manos y encuentro una pequeña bola luminosa. Antes era acero, ahora es cristal. No paro de preguntarme si debo terminar de aplastarla y herirme levemente. O continuar abrasándome antes que la luz se extinga por si misma.
Que cosas digo... Soy masoquista, prefiero el dolor a largo plazo.
Me encuentro en un escenario, en el cual el telón baja lentamente, sobre mi cabeza. Se que me acabará aplastando. Pero eso es irrelevante. Sigo prefiriendo pensar que hay un atisbo de esperanza. Y el telón se volverá ha abrir dentro de poco.
Me quedaré con mi esperanza, hasta que el telón me aplaste.
Mr. I de incoherente con sus incongruencias