domingo, 24 de julio de 2011

Porque estoy a gusto.

Parece ser que estar, queriendo estar, se le hace raro a la mayoría de las personas que llegan a saber que practico la soledad.

Debe ser algo del factor genético humano, una conducta inconsciente (bastante práctica, he de reconocer), una parte de la psicología y realización de la especie; pero es que a mí conceptos como sociedad me repatean.

Resulta ser que soy políticamente incorrecta, por decir lo que pienso. Resulta, también, que soy una egoísta por querer estar sola, que no pienso en los demás. Y lo más importante: Me acaban de explicar que querer estar sola, para no tener que soportar las tonterías ni las gilipolleces de nadie, resulta ser que no es otra cosas que EGOCENTRISMO. ¡Qué bien! Ya no tengo que preocuparme por mi autoestima, que en ocasiones está a bajo cero...

Las razones por las que prefiero estar sola son muchas, y posiblemente no las conozca todas ellas; de hecho, casi ni me importan. Sin embargo, tengo muy pocas razones por las que estar con otras personas. Por ejemplo:

-Porque me siento bien con ellas.

-Porque me inspiran.

-Porque las siento.

-Porque me atraen.

-Porque me ayudan sin quererlo, siendo libres.

-Porque me dejan ser yo misma y no me siento obligada a gastar todas mis fuerzas en fingir.

-Porque me dan algo a cambio.

-Porque las necesito, aunque lo odie con toda mi alma.

A lo largo de toda mi vida he escapado muchas veces. Primero era en una habitación sin nadie más. Luego llegaron los mundos paralelos de los libros, y después los míos propios. También la expresión artística en todos sus planos me arrastró fuera del infierno. Alguna que otra persona. Luego llegó internet y su inmensidad, y ahí sigo, en una sola cosa que lo engloba todo, y que me permite todo. Puedo reinventarme tantas veces como quiera, y nadie me juzga.

No sé si qué porcentaje de mí nació diferente, y que porcentaje me hice yo. Pero la cuestión es que lo soy. Mis necesidades no tiene comparación alguna con las de los demás. Mis gustos tampoco lo son. Ni mis preguntas. Ni mis respuestas. Ni mi manera de actuar. Ni de entender. Ni de pensar. Ni de sentir. Ni de vivir. Y querer hacer las cosas a mi manera me convierte en un monstruo, como en la metamorfosis de Kafka, a los ojos de la sociedad, más cercana incluso. Pero yo no tengo porqué soportarlo.

Yo sé lo que soy, y tengo claro de que yo soy la que tiene que cuidar de mí misma, tanto físicamente como todo eso que llevo dentro y que nunca jamás el mundo volverá a ver después de mi muerte.

A veces todo esto se me olvida, espero que recordarlo una y otra vez no genere el sufrimiento desde el principio.

Atentamente:

Histérica

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