sábado, 29 de octubre de 2011
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AunAnonimo
UN CIELO SIN ESTRELLAS
Y allí me encontraba yo, tumbado sobre las briznas de hierba que luchaban por salir a contemplar el Sol, resplandeciente y poderoso, que alumbraba las colinas en aquella tarde de primavera, ¿o era verano? ¿Qué importa eso ahora? Solo sé que me sentía bien, corría una brisa impregnada en olores de vida, el aire era puro, agradable, trasmitía el cantar de los pájaros, el ulular del viento, incluso podía oírse a lo lejos el correr de un riachuelo.
Una mantis se erguía en la rama de una pequeña encina cargada de bellotas, cuidadosamente, la subí al dorso de mi mano. Pude notar el cosquilleo de sus patas caminando sobre mi brazo, tras observarla durante unos segundos la dejé marchar. Al ver las bellotas recordé que conocía algo sobre ellas. Alguien una vez me enseñó que con el sombrero, al colocártelo entre los dedos índice y corazón y dejando una abertura en medio, tenías un sencillo, pero potente silbato.
Soplé fuertemente, pero no conseguí más que un débil sonido. Intenté buscar la inclinación adecuada, hasta que un agudo silbido emergió de mis dedos y se repartió por aquel lugar, fusionándose con su propio eco.
No recuerdo el tiempo que pasé en aquellos páramos, sólo recuerdo que, antes de darme cuenta, se estaba ocultando el Sol tras las montañas. Pero yo no me quería ir de allí, sabía que ese era mi sitio.
Me senté sobre la hierba. Allí permanecí sumergido en mis pensamientos mientras contemplaba una maravillosa puesta de Sol.
Cuando la tenue y roja esfera desapareció completamente, la oscuridad inundó aquel paisaje. Podía ver levemente la silueta de los árboles y, al fondo, la de las montañas. El cantar de los pájaros desapareció por completo, dejando paso a una melodía interpretada por los grillos y el ulular de alguna que otra ave nocturna. Creí que todo lo bueno había acabado.
Dejé caer hacia atrás mi cuerpo. Lo que vi a continuación no puede describirse con palabras. Tenía justo sobre mi cabeza millones de astros centelleantes que se incrustaban en mi retina. Varias estrellas fugaces pasaron frente a mis ojos. En mi vida había contemplado un espectáculo tan maravilloso, tenía el Universo delante de mis narices. De repente, un fuerte, molesto e insistente sonido lo envolvió todo. Vi pasar a mí alrededor todas las constelaciones, sonidos, colores y aromas que había vivido ese día. En una milésima de segundo recordé quien era, de donde venía y que hacía en aquel lugar.
Eran las siete de una mañana de otoño, aunque ese año el otoño se estaba retrasando. Apagué el despertador, me restregué los ojos y me preparé para un nuevo día. Me asomé a la ventana, pude ver como una niebla densa y amarillenta rodeaba los edificios de alrededor. Con una rebanada de pan entre los dientes bajé las escaleras y salí del portal.
Lo primero que oí tras atravesar la puerta de la calle fue el rugir de un incontable número de vehículos y el claxon de algún que otro conductor estresado. El aire era espeso, poco quedaba ya de su esencia natural. Debía darme prisa, pues tenía que entregar un trabajo a primera hora de la mañana.
Al acabar las clases me dispuse a ir de vuelta al piso. Pude ver como un grupo de niños con voluminosas mochilas estaban reunidos alrededor de algo. Disimuladamente me acerqué a ver qué ocurría. Estaban formando un círculo alrededor de una mantis, discutiendo entre ellos, como iban a matarla pese a que ninguno de ellos se atrevía a acercarse demasiado al inofensivo insecto. Antes de pensármelo dos veces, la tenía en mis manos y la estaba liberando en el pequeño jardín que hay bajo mi bloque.
Pasé la tarde como habitualmente solía hacer: almorzar, ver la televisión un rato y ponerme con los estudios. Tan concentrado estaba en la tarea que cuando levanté la cabeza de los apuntes ya había anochecido, entonces recordé el sueño, recordé lo maravillosa que era la vista del cielo nocturno. Corrí hacia la ventana y saqué la cabeza, pero por más que miraba hacia arriba, no podía distinguir más de media docena de estrellas. Tal fue mi decepción que me dirigí a la cama, en la que al poco tiempo de cerrar los ojos volví a visitar mi pequeño vergel.
Noche tras noche vuelvo a sumergirme en aquel mundo de sueños, descubriendo emociones nuevas para mí y deseando, que en uno de esos súbitos despertares volvamos a respetar aquello que nos dio la vida, aquello que día tras día vamos eliminando sin compasión, creando un mundo desde el que es imposible ver las estrellas.
Lord Tortillo
jueves, 27 de octubre de 2011
The love of animals
miércoles, 26 de octubre de 2011
aBlacksorBerryidos
Con las manos en los bolsillos no rompes nada
Esta moda que empezó hace unos años cuando parecía darse el cruce de diferentes iconos del terror en una misma película, dándose el caso entonces de Jason VS Freddy o Alien vs Predator unidas con un hilo argumental de lo más absurdo; sin necesidad de entrar en detalles simplemente NO encaja. No contentos con eso desplazar a super-heroes que estaban "mejor que en brazos" en su papel satinado y tapa blanda, a celuloide penosamente representados. Me parecía triste, triste pero aceptable.. según como se mire. Me estoy desviando del tema que venia a expresar. TENGO MIEDO, no se qué estará pasando ahora mismo en los estudios cinematográficos de jolibud, pero miedo me da pensar lo que puede estar pasando por la cabeza de esa gente, cuando en menos de un año han destruido mas de 30 años de dos de las que yo considero las mejores sagas de terror de la historia. Cuando me invitaron a ver "Pesadilla en Elm Street el origen"(2010) , no me salí de la sala en varias ocasiones por ue no había sido yo el que pagó la entrada, si hubiera sido el caso contrario, gustoso habría abandonado la sala no sin antes encender un pequeño fuego en el carrete de la película (una copia menos que dañara los ojos y corazones de incondicionales fans de Robert Englund y la idea de Wes Craven, como por ejemplo YO).
Pero NO GRATA fue mi sorpresa cuando descubrí que había salido una nueva entrega de otra saga que podríamos decir mi favorita, no por su calidad ni cantidad, si no por su esencia, me refiero a "HELLRAISER", películas producidas de la 1ª a la 8ª por Doug bradley, el mismo actor que encarna a Pinhead en las películas. Esta nueva "Hellraiser 9" no solo parece estar dirigida por un niño de 4 años, y con un reparto de adictos a la metadona, trabajando por una dosis, si no que encima ya que no usan a Doug Bradley como Pinhead ni siquiera respetan su estética inalterada durante los últimos 28 años, todo eso sin hablar de unos efectos especiales de los que una película de serie B de los 80 recibiría un oscar en comparación (aunque aquellas seguían manteniendo su frescura y encanto) Por eso aunque seguramente nunca lean esto espero crear una conciencia colectiva que de alguna manera le haga a esos guionistas, productores y directores mediocres meterse las manos en los bolsillos antes de romper nada.
Relato III
Y estoy yo aquí, y estábamos tú y yo allí en ese entonces en ese lugar que era. Medio lloviznaba y veníamos de la tetería, como siempre. Siempre veníamos de la tetería, de probar una mezcla nueva de infusión, o de probar una nueva variedad de té, o de probar una nueva perspectiva de la tetería, cambiándonos siempre de mesa.
-¿Dónde nos sentamos hoy?
-Nos sentamos en las alfombras. Hoy llueve.
-Y ¿Qué tiene eso que ver?
-Mucho, señor mío.
Deslicé mis manos frías, heladas, por tu cuello cálido, y un escalofrío se trasladó desde tus pies a tu barba. Deslicé mis labios,fríos, sobre los cálidos tuyos y empecé a hablarte sobre la lluvia; sobre la sonoridad que tenía sobre mi piel desnuda cuando me tumbaba en el patio para que me mojase la espalda; sobre el olor que desprendía mi pelo humedecido por ella; sobre el color que se le quedaban a mis ojos empapados de lluvia; sobre los movimientos parabólicos que trazaban mis pies en las losetas de barro cuando la lluvia me mojaba, desnuda, sobre el suelo. Desnuda sobre el suelo, haciendo el amor con la lluvia.
Entonces agarraste mi cintura y me apretaste fuerte contra tu pecho, aplastándome las piernas contra tus caderas, dada nuestra postura en la alfombra, pero a ti te daba igual. Apretaste igual de fuerte durante no sé cuánto tiempo y mis brazos, como los de una muñeca, se habían quedado en una postura prediseñada. Parecía como si estuvieses abrazando a un maniquí inerte y vacío. Aunque las apariencias engañan demasiado a menudo, y yo siempre he sido bastante distinta a lo que aparento. En realidad algo estaba creciendo dentro de mí, y no vayáis a creer que era una bonita flor en mi tripa, no, era un horrible alien que algún tiempo después se volvió en contra de nosotros, pero bueno, eso ya es otra historia.
Estaba hablando de mis manos inertes, con los codos flexionados, como a medias de un abrazo, con mi pelo enredado en sus manos con mi cintura. Y yo con mis manos inertes ahí, como una idiota, pensando en un millón de cosas. Puede que sólo pasaran dos milésimas de segundo, no lo sé
Pero algo ocurrió entonces, respiré hondo y por mi nariz, aplastada contra tu camiseta, entraron tus aromas; y se me llenó la mente de ellos, porque a mis brazos volvió a llegarle corriente sanguínea y te acariciaron sin tapujos, te abrazaron.
¡Pero salíamos de la tetería! ¡Sí! Cuando salíamos de la tetería fuimos a la playa en coche ¿Recuerdas? Nos medio lloviznaba y tú no querías llenarte los zapatos de arena, aunque yo me moría por revolcarme en ella y enredarte el pelo con las conchitas que me fuera encontrando, como si fueras un pirata.
Recuerdo que nuestras mentes crearon ¡al menos un millón de universos esa tarde! Luego los plasmamos en múltiples ocasiones ¿verdad? Recuerdo no haber hecho fotos aquella tarde, pero no las necesito, tengo mi memoria sensorial, mi histeria emocional.
No sé qué hicimos después de perdernos durante horas en la playa. Seguramente nos perderíamos durante horas entre las sábanas.
lunes, 24 de octubre de 2011
¿Te sabes el cuento de...?
Seguro que te sabes el cuento, además, ese cuento es mágico: se cuenta sin contar. Existe en todo el mundo y en todo el universo; no importa que en tu galaxia no exista la palabra "cuento". Pero el cuento tiene un secreto, ¡porque los secretos son la cosa más divertida del mundo! No puedo contarte el secreto, nunca nadie me lo contó a mí, pero un día pasó algo en el jardín:
Mamá y yo jugábamos a las casitas entre el césped en un mantel a cuadros rojos y blancos. Recuerdo que yo estaba preparando un delicioso té de hojas de margarita y barro en una tetera de plástico púrpura y se la estaba sirviendo a los caracoles que nos acompañaban a la pequeña mesa que había preparado para las cinco en punto.
Las hojas de los árboles se movían, como el pelo bonito de mamá, que se deshacía de su trenza larga. El sol estaba bonito, también, y jugaba con las sombras y a ella la hacía parecer una princesa como la de los cuentos que me leía.
Entonces me acordé del cuento del secreto. Miré sus ojos felices y tristes al mismo tiempo, que jugaban con el sol, con sus brillos y sus sombras. Miré su boca, que sonreía de una manera bonita y demoledora. Entonces me dí cuenta de cuál era el secreto del cuento. Lo ví en mamá, pero ella jamás me lo contó, así que seguía siendo un secreto.
Me levanté despacito, y mi madre, que había notado en mí expresiones raras, sabía que tenía algo importante que decirle. Me aproximé a ella con mi pequeño cuerpo, con mi pequeño vestido. Recogí su pelo suave detrás de su oreja y le dije al oído: "Ya sé cuál es el secreto del cuento". Mi madre me miró seria y tras analizarme durante un momento me dijo: "Nunca se lo cuentes a nadie, es lo más importante del cuento". Yo sonreí, me senté en mi sitio y seguí dándole el té a los caracoles.
jueves, 20 de octubre de 2011
Relato II
miércoles, 19 de octubre de 2011
Relato I
En mi cabecita se arremolinaban bucles de síes y noes, constantemente.
-¡Acéptalo!
-¡Olvídalo!
-¡Déjalo pasar!
-¡Cállate!
No podía parar de gritarme a mí misma el destrozo que acababa de hacerme. Mis ansias autodestructivas, subyacentes a mis ansias creativas, me habían hecho hacer lo de siempre, caminar en espiral; como hago siempre una y otra vez. Una y otra vez. Entonces me paré en seco, paré por un instante la rotación y translación del mundo, mi corazón se paró, paró mi respiración y las ondas del sonido, que se expanden, se pararon también. No sé que pasó; estaba en la calle.
Como cada día, se me había olvidado el complemento adecuado; hoy era una muy justificada excepción. La ausencia de mi paraguas hacía que las gotas de lluvia corriesen por mi cara resbalándose vertiginósamente en sentido de la gravedad, hacia mi cuello. Yo andaba. Parecía como si mi decisión inconsciente hubiese llevado el control de la situación en todo momento, como intentando decirme lo que en el fondo yo ya sabía; como era de esperar.
Me planté en la oficina. Recorrí las escaleras del edificio empapada, pero hermosa. Llegué al buffete donde trabajaba. Entré sin saludar a nadie. Abrí la puerta del despacho del socio mayoritario, le expliqué qué era lo que se cocía en sus calderas, le expliqué en qué me había visto envuelta el día anterior, le expliqué que sabía que no iba a creerme y le expliqué también que acababa de perder a una de las mejores abogadas que iban a pasar por allí. Él no movió ni un dedo; se sabía los resquicios legislativos el cabrón. Que le jodan.
domingo, 9 de octubre de 2011
Gaia
de perderme en un mundo imaginario
Sin permiso y toscamente comencé a escalar un árbol,
buscando el sitio perfecto.
Posé mi espalda sobre la rama que me resultaba más agradable
y las páginas comenzaron a volar.
Pero mi lectura se interrumpió de golpe.
El agua comenzó a caer del cielo,
golpeando las hojas del árbol,
el viento se hizo fuerte y mecía las ramas,
pero solamente a las más alejadas.
Ruge todo lo que quieras lluvia,
no puedes tocarme
Muchos pájaros comenzaron a acurrucarse en el árbol,
Mi cabeza giraba como loca,
fascinada por este fenómeno.
Mi mirada se topo con la de un gorrión,
y la tregua invisible se estableció.
Nuestro depredador es ahora la lluvia, pequeño amigo,
huyamos juntos de ella.
Puede que sea efímero,
puede que dentro de un rato regrese,
puede que no cambie nada en mí,
pero ahora solo soy uno más.
Gaia, te siento
miércoles, 5 de octubre de 2011
Fuego
Busco entre todas ellas las mas intensas, compruebo su calidez y su fuerza.
Vislumbro entre todas ellas una especialmente tenue, especialmente normal, especialmente desapercibida.
Cuando me acerco veo que está escondida tras muchísimas laminas de cristal opaco y comienzo a quitarlas poco a poco.
Cuando la última lámina cae todas las demás llamas desaparecen eclipsadas por la intensidad de la recien descubierta.
Me siento acogido, cálido y fascinado.
Poco a poco la llama comienza a envolverse en cristal de nuevo, la aprieto contra mi pecho en un afán por ganarme de nuevo el derecho a ser deslumbrado por su intensidad.
Noto como me abraso, pero no me trasnmite calidez.
La llama se comienza ha alejar y la intento aferrar cada vez con mas fuerza. Pero mientas mas fuerza ejerzo, mas esquiva se vuelve.
Noto como la pierdo y me pregunto si tal vez la este abrazando demasiado fuerte. Si tal vez deba dejarla en sus láminas por el momento.
martes, 4 de octubre de 2011
Mar de espinas
El dolor se hace insoportable, pero no puedo parar de pensar en el.
No puedo parar de congelar este momento y concentrarme en el dolor. No puedo evitar querer sentirlo.
Quiero sentir todos sus matices, toda su intensidad. Lo odio y lo quiero.
¿Si no estás aquí como puedes estar aquí?
Como es posible está vorágine de sentimientos contradictorios.
Rozo tus labios y me quemo, mis dedos te acarician y comienzas a temblar, la intensidad se convierte en dolor. Abro los ojos solamente para ver que estabas en la otra orilla.